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cajalremon

Hartazgo de transgresión

Hoy por hoy, parece que junto al de innovador, no hay mejor calificativo en la valoración de un acto o producto cultural o artístico que el de transgresor/a. Tan en alza está el mencionado calificativo, tan elogioso parece resultar, que va empezando  a aplicarse a actividades cada vez más diversas, donde en algunas es incluso difícil detectar de qué transgresión puede tratarse. Por ejemplo, da la sensación, de que a este paso, jueces o políticos puedan ser valorados de forma muy positiva por su "talante transgresor".

Está claro que esta pasión transgresora en lo cultural que apunta hacia la totalidad de actividades y profesiones, es el máximo exponente del éxito social de las viejas máximas de la modernidad cultural que arrancó a principios del siglo pasado, aquellas vanguardias históricas tan minoritarias e incomprendidas en su momento inaugural.

La cuestión que importa es que lo que se valora como transgresor ahora solamente puede ser un elogio, lo que, en un principio, no era una valoración positiva sino negativa. Parece que el objetivo que basta es el de la transgresión sin más, es suficiente. Así da la impresión de ser, dada la profusión con que periodistas y comentaristas culturales lo aplican para elogiar algo o alguien especialmente interesante. Un periódico dedica una serie de semblanzas semanales a personajes transgresores, así, sin más; otros elogian una obra artística por su exclusiva vocación transgresora, para qué más consideraciones.

Si ahora la transgresión por sí sola es un valor, se me ocurre que en la cumbre de los transgresores mayores por ser su transgresión la mayor, estarían el infanticida, el psicópata asesino, el parricida, el terrorista, etc. ¿Llegaremos a asistir a un acto social donde éstos, los mayores transgresores, perpetren sus actos como gran acto de celebración creativa o cultural con el unánime aplauso por tal alarde?

Creo que está claro que hoy hay un abuso ridículo del calificativo transgresor como elogio. De la misma forma que en la actualidad no hay tanta monotonía cultural (todo lo contrario) como para que sean necesarias ni puedan ser reales tantas innovaciones como parecen señalarse, no hay tantos límites culturales o artísticos (todo lo contrario) como para que puedan ser reales ni tan siquiera necesarias tantas transgresiones como las que se quieren ver.

El abuso de los calificativos innovador y transgresor los vacía de contenido y realidad, de manera que cuando los vemos acompañando a algo o a alguien tantas veces, demasiadas, nos recuerdan el viejo "excelentísimo" que se colgaban pretéritas autoridades.

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